Un momento de alegría entre tanta tristeza?
- Marcelo Burman
- 11 oct 2023
- 2 Min. de lectura
Les voy a contar una historia, la de Jacobo "Cacho" Chamauel. Nunca lo conocí.
En 1994, el 18 de julio pusieron una bomba en AMIA, sede de la comunidad judía de Argentina, que culminó con la muerte de 85 personas. Un coche bomba, con la autoría del terrorismo islámico de Hezbollah financiado y patrocinado por Irán. A partir de ese día, y durante unos casi 10 días, me voluntaricé para remoción de escombros, que hacíamos en turnos de 4 horas durante las 24 hs, para ver si encontrábamos a alguien con vida, o un cuerpo para que tenga digan sepultura y morada eterna.
De repente recibimos señales que había alguien con vida. Estuvo casi 2 días bajo escombros hasta que se lo pudo sacar. En medio del horror, el olor a muerte, de repente había vida. Y lloramos todos. Pudimos rescatar a 1 con vida! Dice el Talmud que quien salva una vida salva un mundo. Y ahí estaba Jacobo saliendo debajo de los escombros con una sonrisa en su cara. Hasta 2 días antes, era un simple trabajador boliviano, que era misceláneo en AMIA. Ahora era una esperanza de vida. Y me puse a llorar. Llevaba llorando 2 días desde la explosión y de repente lloraba de felicidad.
Jacobo tuvo una complicación renal y murió 3 días después. Y ahí lloramos aún más, se iba una esperanza de vida. Nunca lo conocí pero lo lloré como si fuese alguien cercano.
Estos días me pasó lo mismo. De nuevo el terrorismo me hace llorar. Cada historia que me llega me saca lágrimas, porque atrás hay una vida. Y son hijos, amigos, conocidos. Son mi familia, porque a todos los considero así.
El domingo circuló la foto de una pareja que no aparecía. David y Denisse Heiblum. En uno de los chats que estoy alguien dijo "son el hijo de mi prima y su esposa". Lloré una vez más. No los conocía. Pero ahí los tenia, en una foto llenos de vida, y se presumía que eran parte de los 150 secuestrados por Hamas.

Ayer aparecieron con vida. Estuvieron 50 horas bajo una cama, sin moverse, y los terroristas no los encontraron. Dos vidas, dos mundos que se salvaban. Sigo sin conocerlos, pero ahora lloré de emoción. Ellos dos traerán seguramente vida a este mundo, y el bien habrá ganado.
Entre tanto horror, estas pequeñas-grandes historias son las que nos hacen llorar, también de emoción, en medio de la locura. Tenía 23 años cuando explotaron AMIA.
Los terroristas quieren que pensemos en la muerte. Por eso filman sus crímenes y los publican. Los que amamos la vida, nos emocionamos con cada nuevo sobreviviente de esta masacre.
En ambos casos, no fue el mundo musulmán el que cometió los atentados. Fueron organizaciones terroristas y criminales (Hezbollah en un caso, Hamas en el otro), las dos patrocinados por Irán. Ninguno de ellos hará que perdamos la esperanzo y soñemos con cada vida. Y seguiremos luchando contra ellos, desde el campo de batalla, o desde estas pequeñas líneas.
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